martes, 2 de abril de 2013

TAREA III

“Santiago y Juan eran dos personas que con respecto a otra tiene el mismo padre y la misma madre, o solamente el mismo padre o la misma madre, que traían un poco cansada a su madre. En el establecimiento de enseñanza para niños y jóvenes de uno u otro sexo, eran muy malos estudiantes. En casa, su habitación era un completo desorden con la ropa tirada de cualquier forma, los zapatos fuera del mueble con puertas y anaqueles o perchas para guardar ropa y otros objetos  y sin limpiar, los cuadernos amontonados sobre las sillas, la mesa de estudio llena de series o secuencias de viñetas con desarrollo narrativo, los bolígrafos perdidos. Y eran un mal ejemplo para su hermana pequeña, que ya empezaba a imitarles dejando los objetos atractivos con que se entretienen los niños tirados de cualquier forma.
El padre había muerto unos años antes y la madre se vio con toda la responsabilidad de hacer de aquellos hijos buenos habitantes de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país, y para ello trataba de llamarlos al orden a fuerza de razonamientos, pero ellos no prestaban atención a las palabras.
Un domingo, al llegar a casa, se encontraron con una sorpresa. A la entrada del pasillo había un gran cartelón de tela, cartón, etc., que, sostenido adecuadamente en una o varias pértigas, se exhibe en reuniones públicas, y contiene letreros de grandes caracteres, con lemas, expresiones de deseos colectivos, peticiones, etc. en la que decía: MAMÁ EMPIEZA UN ESPACIO DE TIEMPO EN QUE ALGUIEN ESTÁ SIN TRABAJAR DE BRAZOS CAÍDOS HASTA QUE NO SE VEAN ATENDIDAS SUS REIVINDICACIONES: REBAJA DE HORARIO LABORAL Y AUMENTO DE SUELDO.
Se miraron y se echaron a reír; mamá, a todas luces, bromeaba. Si no hacía ella el trabajo de la casa, ¿quién lo iba a hacer?
Y lo del sueldo era todavía más divertido porque ella no cobraba nada por limpiar, guisar, lavar y planchar, esas eran unas obligaciones suyas que nadie discutía.                                                                                                                                                  Encontraron a su madre en el cuarto de estar relajada, oyendo música mientras leía un libro. Les miró y se limitó a decirles: la pequeña y yo hemos comido; para vosotros preparad lo que veáis”

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